En el sur de Perú, en la vertiente oriental de los Andes Centrales, se encuentra situada una de las tantas maravillas del mundo, las ruinas del Machu Picchu. Este fascinante poblado andino inca fue construido a mediados del siglo XV y los historiadores señalan que se trató de la residencia de descanso del primer emperador inca Pachacútec, además de ser un centro religioso.
Fue descubierto en 1911 por Hiram Bingham, un profesor norteamericano de historia, gracias a los contactos con los pobladores de aquella región quienes lo guiaron hasta la zona en cuestión. Su asombro fue sin igual. Por cierto, aunque se le atribuye haber pertenecido al mencionado Pachacútec, estos datos podrían ser incorrectos y por ende su historia seria otra.
Al parecer, fue el inca Wiraqocha, octavo rey de Cusco y no su hijo Pachacútec, quien mando a construir este palacio. Estaba destinado a se un lugar de descanso con templos para el dios Sol y la diosa Luna y numerosas casas (Acllawasi) para albergar a sus bellas mujeres (Aqllakuna), además de convertirse en un observatorio astronómico gracias a su ubicación.
Pero no todo fue color de rosas para Wiraqocha quien se ve obligado a huir, frente a una invasión por parte del poderoso Estado Chanka, comandado por un ambicioso rey llamado Uscovilca, a esta ciudadela que según decían era considerada la "pequeña Cuzco" por su similitud con la capital inca.
Ante tanta cobardía, el hijo menor de Wiraqocha, Kusi Yupanki, insta a su padre a que se rinda frente al Estado Chanka pero este se niega a doblegar su voluntad. Siendo consciente de la realidad como esclavo que les esperaría, Kusi forma un ejercito, derrota a Uscovilca tras una cruel batalla y decide entregar el botín de guerra a su padre quien lo trata con mucho desprecio, no acepta su obsequio y además agrega que debería dárselo a su sucesor, su hermano Urko.
Humillado, Kusi regresa a Cuzco a tomar el poder, a reconstruir la ciudad y a planear el asesinato de su hermano, su principal rival, asesinato que se concretaría tiempo después.
Al enterarse del cruel homicidio llevado a cabo por su hijo, Wiraqocha decide habitar en su palacio para siempre rodeado de todo lo que precisaba para vivir. Hasta que el Consejo Real diseña una idea que le permitiría a Kusi atraer a su padre: le dijeron a este que su hijo lo "invitaba" para que observara personalmente la transformación que había realizado en su principal ciudad.
Wiraqocha accedió a la propuesta y partió para Cuzco donde quedó totalmente asombrado por lo renovada ciudad que encontró, hasta el punto de nombrar a Kusi con el apelativo de Pachacútec que significa el "Transformador del Mundo". Kusi agradeció el cumplido, pero rápidamente despojó a su padre de la corona se la colocó en la cabeza y se autonombró rey haciendo que su padre se arrodillara ante él, bebiera cerveza de maíz inmunda (chicha) luego lo mandó desterrado a vivir sus últimos y tristes años de vida en su propia creación, convertida desde ese momento en una morada de soledad.
Tras la muerte de Wiraqocha, Pachacútec ordena despoblar la ciudadela y abandonarla para siempre. De esta manera, las ruinas de Machu Picchu se conservaron prácticamente intactas hasta nuestros días pero bajo el conocimiento de muchos lugareños, en especial de Agustín Lizárraga, quien no decidió revelar el secreto por temor a ser considerado loco, hasta que Bingham apareció en escena y se apropió del hallazgo, llevándose además un sinfín de piezas muy valiosas que el estado peruano aun continua tratando de recuperar.
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